Palabras de una cabra
Abran
la puerta
Y suelten los cuchillos
Y déjenme volver a la montaña
Mai Văn Phấn
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Monólogo de un lobo
¡Odio
al perro!
Lucho contra él.
Le ataco
y me entretengo...
Soy un salvaje de la inmensa estepa.
¡Qué extraordinario es el feroz salvajismo!
¡A galope tendido sin ninguna frontera!
¡No pueden detenerme!
Mi fuerza vive plena en mis adentros.
¡Sintiéndome canino resuelto me dirijo,
como si fuera un hombre con puñal de diamante!
Antepasados lobos,
no hemos dado la paz
a ningún pueblo desde entonces.
Aviento este olor acre
de batallas sangrientas con perros de la estepa.
Soplan agrias murmuraciones que al corazón ofenden.
La humillación es una maldición.
Nos dicen que tenemos del perro el mismo origen...
¿Es acaso verdad lobos-antepasados?
Al final llega la hora
de quedarme arrimado junto a un perro barcino...
¿Por qué guardáis silencio, antepasados-lobos,
con inflamado útero?
¿Por qué nada decís
si me habré de arrimar junto a estos enemigos?
Me conmueve la tierra
y las voces de perros ladradores...
Serik
Aksunkaruly
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Lobitos
Un
hombre caminaba.
Estuvo caminando por la estepa durante mucho tiempo.
¿A dónde? ¿Para qué?
No lo sabremos nunca.
En la oculta cañada miró un lobo,
O más bien, una loba, mejor dicho, una madre...
Acostada yacía en maleza de ajenjo,
echaba atrás sus patas y mostraba sus dientes.
Desde el cuello cortado le fluía la sangre,
la sangre espesa como el lodazal.
¿Quién? ¿Quién? ¿Quizás un lobo o los perros de caza?
Los tan ciegos lobitos nunca podrán saberlo.
Empujando y quejándose se lamían la piel.
Su madre estaba rígida.
Los lobitos hambrientos olvidaron
cuán imperiosa huele la maleza,
con avidez bebían pegados a su madre.
La tan espesa sangre se iba poniendo fría.
En la sangre fluyeron deseos de venganza.
¿De quién?
Da igual, nunca podrían perdonar.
Se vengarán sin duda, juntos o separados
y si una vez se encuentran, recordarán su duelo.
El hombre fue avanzando su camino.
¿A dónde? ¿Para qué?
No lo sabremos nunca.
Es cazador de lobos.
Mas no quiso tocar a los lobitos.
Su madre ya no puede protegerlos.
Olzhas
Suleimenov
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El lobo se comió al colibrí
El
lobo se comió al colibrí.
Ahora,
cuando abre las mandíbulas,
el
canto de la avecita se le escapa
—el
colibrí es el lobo
y
el lobo el colibrí.
También
el colibrí puede comerse al lobo,
sin
embargo, al abrir el pico,
morirá
con el aullido.
Catarina
Santiago Costa
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Salió una mariposa de su capullo
Salió una mariposa de su capullo
como sale una dama de su casa una tarde de verano;
yendo de aquí para allá;
sin rumbo, según parecía,
excepto vagar por ahí
en un caprichoso deambular
que los tréboles comprendían.
Su bonita sombrilla fue vista cerrándose
en un campo donde los hombres segaban heno;
después, luchando denodadamente
contra una nube adversa;
y allí donde otras, delicadas como ella,
parecían no ir a ningún lugar
en una circunferencia sin propósito,
como un espectáculo tropical.
Y mientras la abeja trabajaba,
y mientras la flor celosamente brotaba,
esta holgazana multitud
las desdeñaba desde el cielo.
Hasta que el ocaso se extendió,
una constante marea,
y los hombres que segaban el heno,
y la tarde, y la mariposa,
desaparecieron en el mar.
Emily Dickinson
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Caza de la luciérnaga
Una, desde el escote de mi amada hermana
Una, desde la ventana de un hospital de leprosos
Una, desde el pozo del linaje
Una, desde los pies descalzos de Cristo
Una, desde el dorso de un pez
Una, desde el corazón de un homicida
Una, desde mis manos pulidas
En el lejano mundo nocturno cacé una luciérnaga.
Sakutaro Hagiwara
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Fábula del gusano
Otros
días la seda necesaria
para
hilvanar en mi taller liviano
conclúyese,
y un púrpura gusano
desciende
hasta mi mesa cineraria.
Cayó
de un abedul, de una araucaria
o
de algún odorífero manzano,
y
con su cuerpecillo de artesano
principia
su labor imaginaria.
Hila
en silencio sus guirnaldas,
hila
profundamente y el color del hilo
me
vuelve el alma de horizonte lila.
Y
sigue hilando en celestial sigilo
y
luz y nieve y rosicler destila
sobre
el telar del corazón tranquilo.
Germán
Pardo García
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A un caracol
Fruto
del agua, yaces derrumbado
solitario
en recóndita ribera:
¿dónde
estará la ola pasajera
que
te dejó en la arena sepultado?
Flauta
del mar, pareces agobiado
por
tu carga de música ligera.
¿De
dónde vienes, y qué ignota cera
tu
diminuta forma ha modelado?
Tu
breve espacio encierra la armonía
y
el rumor de la mar, como el diamante
toda
la inmensa claridad del día.
Tienen
en ti las olas su colmena
y
es tu sino de inmóvil navegante
naufragar
en tu océano de arena.
Óscar
Echeverri Mejía
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Vejamen que da el ratón al caracol
Riéndose
está el ratón,
en
el umbral de su cueva,
del
caracol ganapán,
que
va con su casa a cuestas.
Y
viendo cómo arrastrando
por
su corcova la lleva,
muy
camello de poquito,
le
dijo de esta manera:
“Dime,
cornudo vecino,
de
un cuerno en que tú te hospedas,
¿qué
callo de pie trazó
una
alcoba tan estrecha?
“Tú
vives emparedado,
sin
castigo o penitencia,
y,
hecho chirrión de tu casa,
la
mudas y la trasiegas.
“Vestirse
de un edificio
invención
de sastre es nueva:
tú,
albañil enjerto en sastre,
te
vistes y te aposentas.
“El
vivir un lobanillo,
es
de pobre y de materia;
y
nunca salir de casa,
de
persona muy enferma.
“Verruga
andante pareces,
que
ha producido la tierra;
muy
preciado de que todo
sólo
tú un palacio llenas.
“Si
te viniese algún güésped,
¿qué
aposento le aparejas
tú,
que en la mano de un gato,
por
no admitirle, te encierras?
“Yo
te llevaré a la Corte,
en
donde no te defienda
de
tercera parte o güésped
tu
casilla tan estrecha.
“¿No
te fuera más descanso
andarte
por estas selvas,
y
en estos agujerillos
tener
tu cama y tu mesa?
“Riéndose
están de ti
los
lagartos en las peñas,
los
pájaros en los nidos,
las
ranas en las acequias.
“Esa
casa es tu mortaja:
de
buena cosa te precias,
pues
vives el ataúd,
donde
es forzoso que mueras.
“De
una fábrica presumes
que Vitruvio no
la entienda;
y
si vale un caracol,
en
dos ninguno la precia.
“Y
citar puedo a Vitruvio,
porque
soy ratón de letras,
que
en casa de un arquitecto
comí
a Viñola una nesga.
“Sacar
los cuernos al Sol,
ningún
marido lo aprueba,
aunque
de ellos coma; y tú
muy
en ayunas los muestras.
“Dirás
que me caza el gato,
con
todas estas arengas;
¿y
a ti no te echan la uña
los
viernes y las cuaresmas?
“¿No
te guisan y te comen
entre
abadejo y lentejas?
¿Y
hay, después de estar guisado,
alfiler
que no te prenda?
“Pero
de matraca baste,
que
yo espero gran respuesta;
y,
aunque soy más cortesano,
me
he de correr más apriesa”
Francisco
de quevedo.
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Araña
La
observo allí en el rincón,
cómo
sin descanso, intrépida, sin amedrentarse,
se
desliza y flota en el aire
hasta
que toda su casa sutil está hecha.
Su
hogar, su cama, su alimento diario,
todo
de aquel escondido almacén ella extrae;
ella
lo acomoda y lo conoce bien,
por
fuerte instinto y leyes sagradas.
No
busca finos hilos para tejer su nido,
ni
los procura aquí y allá;
sino
que los extrae de su fiel pecho,
renovándolo
hasta que las hojas se marchitan.
Entonces,
consumida con la faena y cansada de vivir,
en
vano sus trampas brillantes están listas.
Su
frío ha apaciguado la contienda insectil,
y
a las doradas moscas su gracia olvida.
Pero
oscilando en sus lazos que ella tejió,
se
mece con cada viento invernal,
su
alegría, su tarea, su recado hecho,
su
curso se convierte en juguete de las adustas tempestades.
Pobre
hermana del clan de las hilanderas.
Yo
también de fuera de mi almacén dentro
mi
vida diaria y plan de vida,
mi
hogar, mi descanso, mi satisfacción hilo.
Sé
que tu corazón cuando descuidadas manos
barren
toda aquella difícilmente lograda tela:
destruye
sus aljofaradas y lustrosas vendas
y
te deja sin hogar en el camino.
Conozco
tu paz cuando todo está hecho.
Cada
hilo anclado, cada pequeño nudo,
suaves
brillan en el sol de otoño;
una
abrigada, silenciosa, tranquila suerte.
Sé
lo que nunca aprendiste,
triste
presagio a un alma concedido,
que
no de por vida yo hilo, sola,
pero
día a día hilo mi mortaja.
Rose
Terry Cooke
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El jardín prohibido
Una
abeja que ha perdido el alma
Es como un bonzo moribundo que sujeta el cuenco
Purificador junto al río: se desplaza hasta la cima
De una flor que las lluvias del otoño han dejado como papel mojado.
La fisgonea una y otra vez, y luego se marcha volando.
¡Ah, el dolor de la flor marchita!
¿Es el dolor de la abeja? ¿O el de la flor?
Wen
Yiduo
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Date a volar
Anda,
date a volar, hazte una abeja,
En el jardín florecen amapolas,
Y el néctar fino colma las corolas;
Mañana el alma tuya estará vieja.
Anda, suelta a volar, hazte paloma,
Recorre el bosque y picotea granos,
Come migajas en distintas manos
La pulpa muerde de fragante poma.
Anda, date a volar, sé golondrina,
Busca la playa de los soles de oro,
Gusta la primavera y su tesoro,
La primavera es única y divina.
Mueres de sed: no he de oprimirte tanto...
Anda, camina por el mundo, sabe;
Dispuesta sobre el mar está tu nave:
Date a bogar hacia el mejor encanto.
Corre, camina más, es poco aquello...
Aún quedan cosas que tu mano anhela,
Corre, camina, gira, sube y vuela:
Gústalo todo porque todo es bello.
Echa a volar... mi amor no te detiene,
¡Cómo te entiendo, Bien, cómo te entiendo!
Llore mi vida... el corazón se apene...
Date a volar, Amor, yo te comprendo.
Callada el alma... el corazón partido,
Suelto tus alas... ve... pero te espero.
¿Cómo traerás el corazón, viajero?
Tendré piedad de un corazón vencido.
Para que tanta sed bebiendo cures
Hay numerosas sendas para ti...
Pero se hace la noche; no te apures...
Todas traen a mí...
Alfonsina
Storni
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Balada de los insectos
Hay
en mi jardín
pequeños
seres crueles
duros
como
piedras de esas que el mar
arroja.
Entes
minúsculos
que
arrastran grandes moles
hierbas-catedrales-veleros
y
a veces
simples
migas de pan.
Yo
miro la diaria epopeya
la
potente vida trabajando
a
poquitos.
Seres
ínfimos con un perfeccionado
sistema
de señales
que
vuelan
saltan
se
arrastran
yendo
y viniendo
en
acarreos vehementes.
Diminutas
tenazas
trituran
machacan
sin
cesar.
Y hay mandíbulas como macanas
que
muelen
muelen
muelen.
Matilde
Mármol
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Hay un gato
hay
un gato
que se mueve despacio sobre la luz
bate su cola,
se detiene y de frente mira el sol
su sombra más real que la materia
se deshace.
Solo queda su maullido.
La consciencia de que todo lo que huye
suele ser
casi siempre
lo único que hay.
Tantean sus bigotes fantasmas
cuando la noche es ceniza
acarician con sus patas
etéreas formas
que en el sueño de los hombres se fermentan.
Observan asombrados
cómo en la tiniebla de sus visiones
los hombres se sueñan animales.
Camila
Charry Noriega
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Caballo viejo
Lo
han debido de poner para adornar la carroza un poco más.
De todas formas, él no dirá nada.
El peso que lleva encima presiona sus carnes
Y la cabeza le cuelga como una carga pesada.
Se trata de uno de esos momentos en la vida en que nada se sabe.
Llora, pero sus lágrimas se quedan adentro.
En sus ojos revolotean todo tipo de imágenes.
Levanta la cabeza y espera, siempre espera, seguir hacia adelante.
Zang
Kejia
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El pollino
Fui
a dar un corto paseo
a la hora azul de la tarde.
Seco y rojo estaba el suelo,
sutil y muy alto el aire.
Duros cardos azulados
crujían con rabia, indómitos.
Y, de repente, vi al lado
de un peñasco gris, inhóspito,
a un pollino de altas patas
tranquilamente paciendo.
Sus orejas clareaban
y había orgullo en su ceño.
Brillaban como agua limpia
sus grandes ojos de ámbar.
Y era grave, reflexiva,
y hasta imparcial, su mirada.
Yo no sé si fue el respeto
que me infundiera este hermoso
y aún intacto bruto, pero
un recuerdo muy penoso
sé que me vino invadiendo
y me hizo incluso emitir
un grito breve y tremendo:
¡Yo era antes también así!
Su integridad y dulzura,
fina gravedad y ensueño,
¡ay, cómo recobraría
para comenzar de nuevo!
M.
Wasalis
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El burro
En
lo alto de la quebrada
pasta un burro. Sus grandes dientes amarillos
trituran la hierba seca que quedó
de tanta primavera.
La tierra es oscura. En el cielo enteramente azul
el sol lanza los fulgores que maduran
tomates, alcachofas y berenjenas.
El burro contempla el día trémulo
de tanta claridad
y emite un rebuzno, su tributo
a la belleza del universo.
Ledo
Ivo
Imagen:https://www.blogger.com/b
Fábula de la fuente y el caballo
Dicen
que murió un caballo.
Contaron que pasó como una sombra, que galopaba
como noticia que va corriendo
todos los días hasta la fuente -agua y sonidos blancos,
jaurías blancas y galgo crepitar-
todos los días entre la nieve y en el deshielo,
sobre
la hierba de mayo, año tras año
huía de los lobos
ese caballo que ahora está muerto,
atravesaba los bosques encendidos por la luna
quien lo saludaba fríamente.
Era castaño -acaso era una yegua-
ese caballo del que hablo. Nunca lo podré conocer.
Me han dicho que pasó como una sombra
que su vida no fue sino una sombra
y
sin embargo el caballo
era luz.
Era un caballo ateniense. En sus ojos brillaba el fuego
de la verdad y la belleza,
pero nadie lo conoció.
Ese caballo que ahora viene vigilante hasta este poema
con los ojos agrandados por el insomnio de la muerte,
con la mirada de mi hermano y la sonrisa de fábula
a veces miraba a los hombres,
pero los hombres no sabían prestar atención a un caballo.
Ni el sabio ni el indiferente se preocuparon de indagar.
Y así el caballo pudo ir año tras año
hasta la fuente aquella y dicen que se hicieron compañía
durante los durísimos tiempos.
No hablaban más que de sus cosas
en un lenguaje desconocido, más misterioso que el sueco
aquel caballo y aquella fuente.
La fuente era una comadre de las que todavía quedan,
vividora, aficionada a los chismes.
El caballo era un caballero, no puede decirse otra cosa.
Dicen que galopaba como noticia que va corriendo
a propagar la prosperidad, como un mensaje
del rojo del verano.
Y nadie lo escuchó sino la fuente, nadie supo su signo
ni su símbolo,
nadie quiso saber sino la fuente de aquel caballo color hoja seca.
En el interior de un verso sueco descansa de su soledad
y ahora ha llegado a este poema antes del amanecer
con grandes ojos semejantes a los de un antiguo profeta,
con ojos que no se preguntan si fue dios quien hizo la muerte,
con grandes ojos elevados
a la categoría de potencias.
Sueño y sendero,
sangre
y oscuridad
que suenan como campanadas.
Hacia dónde vuelan. De su paso no queda
vestigio alguno. Y el caballo -desde la noche- mira y aprueba
no los ojos de la desapacible
sino la última luz de una brizna de hierba.
Blanca
Andreu
Imagen:https://www.blogger.com
A una tórtola
Tórtola,
qué misteriosa
querella
de amores cantas,
dolorida,
azorada,
temblorosa,
como
la lluvia en las plantas
conmovida;
que
levantas arrullando
de
tu seno palpitante
la
alba pluma,
como
el agua murmurando
en
las olas, vacilante
leve
espuma:
tórtola
tímida y bella,
melancólica
vecina
de
los valles,
nunca
tu blanda querella,
tu
cántiga peregrina,
muda
acalles:
lleva
a el aura ese ruido
que
en las soledades mueven
tus
acentos:
los
ecos de tu gemido
siempre
amorosos se eleven
a
los vientos.
Canta,
canta dulcemente
con
la tierna compañera
tus
amores:
verás
tu arrullo inocente
dar
más vida a la pradera
y
a las flores.
¿Mas
por qué si regalado
tu
murmurio en mis oídos
desfallece,
el
pecho mío turbado,
a
tus lánguidos gemidos
se
estremece?
¿Será
que yo también como tú siento
esa
ternura que tu seno oprime,
y
el dulce sentimiento
que
de inefable amor tu acento exprime?
Con
nuevo fuego el corazón se anima,
al
escuchar tu canto apasionado;
¿será
que también gima
en
amoroso lazo aprisionado?
Es
tu tristeza la tristeza mía;
con
tono igual nuestro cantar alzamos;
si
nunca en la armonía,
tórtola,
en el gemir nos igualamos.
Pues
si en gemir son iguales,
nuestras
voces uniremos
retiradas,
como
de dos manantiales
unirse
las aguas vemos
separadas.
Mis
suspiros lastimados,
tus
arrullos gemidores
mezclaremos,
tú
–sentidos–, yo –soñados–,
entrambas
canto de amores
murmuremos.
Carolina
Coronado
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El paso de las perdices
Lloré
al paso de las perdices en bandada,
libres, sin cárcel, no lastradas por grilletes,
y no fue, Dios me libre, de pura envidia,
que fue melancolía, ¡si me pareciera a ellas!
y volase suelto, sin la familia dispersa,
y las entrañas en carne viva, ni hijos muertos
haciendo manar el llanto de mis ojos.
¡Tengan buena suerte! que no se rompió su grupo
ni saboreó ninguna la separación de los suyos,
que no han pasado —como yo— la noche,
el corazón en un puño, a cada estremecerse
de la puerta de la cárcel, o gemir de los cerrojos.
Y no es esto algo que haya discurrido.
Sólo describo lo que desde siempre alberga
el corazón del hombre. Mi alma anhela
el encontronazo con la muerte;
otro quizás amaría la vida cargado de grilletes.
Que Dios preserve a las perdices en sus crías,
que a las mías las traicionaron el agua y la sombra.
Muhammad
ibn Abbad al-Mutamid
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La oca solitaria
Tus
compañeras han vuelto a sus nidos.
Sólo tú, oca desbandada,
me tienes preocupado.
La tormenta os separó,
y tú, presa de terror,
gritas tan desesperada.
Debajo se han quedado atrás
brumosos vapores del lago.
Encima la fría luna
te otea y te sigue.
¿Qué harás? ¿Adonde irás?
¿Y qué te esperará por delante?
A lo mejor no te alcancen
las flechas de los cazadores.
Pero sola, te acechan
incontables peligros.
Cui
Tu
Imagen:https://www.blogger.com/
El mirlo acuático
Podría
descender luminoso
en
picada en el fluir de lo oscuro
y
así pescar una palabra,
como
ese mirlo acuático
que
a través del cobertizo del aliso
toma
su alimento del fondo
pétreo
de las aguas del río.
Gambusinos,
peces,
alejen
sus utensilios.
El
pájaro esquivo
quiere
efectuar
su
trabajo en silencio.
Peter
Huchel
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Canción de la golondrina
Llegó,
llegó la golondrina,
que nos trae bellos tiempos
y nos trae bellos años,
por el vientre blanca,
y por el lomo negra.
Tarta de fruta tú saca
de tu casa tan rica,
y un vasillo de vino
y un cestillo de queso.
Tampoco el pan de trigo
y el de yema de huevo
la golondrina rechaza. ¿Nos vamos o lo tomamos?
A ver si das algo. Si no, no lo consentiremos.
Nos llevaremos la puerta o el dintel,
o a tu mujer que está sentada dentro.
Chica es, bien nos la llevaremos.
Bueno, si traes algo, tráelo grande.
Abre, abre la puerta a la golondrina.
Que no somos viejos, sólo chiquillos.
Anónimo Griego
Un pollo atado
Atado,
el pollo se debate
y cacarea desesperado.
La criada lo va a llevar
a vender en el mercado.
En casa nos les gusta
que picotee insectos.
Mas no piensan que el ave vendida
vaya a parar en la cazuela.
El sentimiento humanitario
debe mantenerse igual
hacia todos los seres vivientes.
Hablo con la muchacha
y le pido que desate el ave.
Sin poder reconciliar
entre el pollo y el insecto,
me recuesto solo,
en la pared del pabellón,
con los ojos fijos
en el río congelado.
Du
Fu
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