lunes, 23 de junio de 2025

Caballo viejo

Lo han debido de poner para adornar la carroza un poco más.
De todas formas, él no dirá nada.
El peso que lleva encima presiona sus carnes
Y la cabeza le cuelga como una carga pesada.

Se trata de uno de esos momentos en la vida en que nada se sabe.
Llora, pero sus lágrimas se quedan adentro.
En sus ojos revolotean todo tipo de imágenes.
Levanta la cabeza y espera, siempre espera, seguir hacia adelante.

Zang Kejia

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martes, 17 de junio de 2025

El pollino

Fui a dar un corto paseo
a la hora azul de la tarde.
Seco y rojo estaba el suelo,
sutil y muy alto el aire.
Duros cardos azulados
crujían con rabia, indómitos.
Y, de repente, vi al lado
de un peñasco gris, inhóspito,
a un pollino de altas patas
tranquilamente paciendo.
Sus orejas clareaban
y había orgullo en su ceño.
Brillaban como agua limpia
sus grandes ojos de ámbar.
Y era grave, reflexiva,
y hasta imparcial, su mirada.
Yo no sé si fue el respeto
que me infundiera este hermoso
y aún intacto bruto, pero
un recuerdo muy penoso
sé que me vino invadiendo
y me hizo incluso emitir
un grito breve y tremendo:
¡Yo era antes también así!
Su integridad y dulzura,
fina gravedad y ensueño,
¡ay, cómo recobraría
para comenzar de nuevo!

M. Wasalis

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miércoles, 11 de junio de 2025

El burro

En lo alto de la quebrada
pasta un burro. Sus grandes dientes amarillos
trituran la hierba seca que quedó
de tanta primavera.
La tierra es oscura. En el cielo enteramente azul
el sol lanza los fulgores que maduran
tomates, alcachofas y berenjenas.
El burro contempla el día trémulo
de tanta claridad
y emite un rebuzno, su tributo
a la belleza del universo.

Ledo Ivo

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miércoles, 4 de junio de 2025

 Felicidades en el cumpleaños de un burro

Que sea dichoso el joven burrillo
y le deseo, en lo posible, humanidad.
Pero no la que existe en este lugar,
porque, entonces, es mejor que siga siendo un burro.

Andreas Laskaratos

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Fábula de la fuente y el caballo

Dicen que murió un caballo.
Contaron que pasó como una sombra, que galopaba
como noticia que va corriendo
todos los días hasta la fuente -agua y sonidos blancos,
jaurías blancas y galgo crepitar-
todos los días entre la nieve y en el deshielo,

sobre la hierba de mayo, año tras año
huía de los lobos
ese caballo que ahora está muerto,
atravesaba los bosques encendidos por la luna
quien lo saludaba fríamente.
Era castaño -acaso era una yegua-
ese caballo del que hablo. Nunca lo podré conocer.
Me han dicho que pasó como una sombra
que su vida no fue sino una sombra

y sin embargo el caballo
era luz.
Era un caballo ateniense. En sus ojos brillaba el fuego
de la verdad y la belleza,
pero nadie lo conoció.
Ese caballo que ahora viene vigilante hasta este poema
con los ojos agrandados por el insomnio de la muerte,
con la mirada de mi hermano y la sonrisa de fábula
a veces miraba a los hombres,
pero los hombres no sabían prestar atención a un caballo.
Ni el sabio ni el indiferente se preocuparon de indagar.
Y así el caballo pudo ir año tras año
hasta la fuente aquella y dicen que se hicieron compañía
durante los durísimos tiempos.
No hablaban más que de sus cosas
en un lenguaje desconocido, más misterioso que el sueco
aquel caballo y aquella fuente.
La fuente era una comadre de las que todavía quedan,
vividora, aficionada a los chismes.
El caballo era un caballero, no puede decirse otra cosa.
Dicen que galopaba como noticia que va corriendo
a propagar la prosperidad, como un mensaje
del rojo del verano.
Y nadie lo escuchó sino la fuente, nadie supo su signo
ni su símbolo,
nadie quiso saber sino la fuente de aquel caballo color hoja seca.
En el interior de un verso sueco descansa de su soledad
y ahora ha llegado a este poema antes del amanecer
con grandes ojos semejantes a los de un antiguo profeta,
con ojos que no se preguntan si fue dios quien hizo la muerte,
con grandes ojos elevados
a la categoría de potencias.
Sueño y sendero,

sangre y oscuridad
que suenan como campanadas.
Hacia dónde vuelan. De su paso no queda
vestigio alguno. Y el caballo -desde la noche- mira y aprueba
no los ojos de la desapacible
sino la última luz de una brizna de hierba.

Blanca Andreu

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jueves, 29 de mayo de 2025

A una tórtola

Tórtola, qué misteriosa

querella de amores cantas,

dolorida,

azorada, temblorosa,

como la lluvia en las plantas

conmovida;


que levantas arrullando

de tu seno palpitante

la alba pluma,

como el agua murmurando

en las olas, vacilante

leve espuma:

 

tórtola tímida y bella,

melancólica vecina

de los valles,

nunca tu blanda querella,

tu cántiga peregrina,

muda acalles:

 

lleva a el aura ese ruido

que en las soledades mueven

tus acentos:

los ecos de tu gemido

siempre amorosos se eleven

a los vientos.

 

Canta, canta dulcemente

con la tierna compañera

tus amores:

verás tu arrullo inocente

dar más vida a la pradera

y a las flores.

 

¿Mas por qué si regalado

tu murmurio en mis oídos

desfallece,

el pecho mío turbado,

a tus lánguidos gemidos

se estremece?

 

¿Será que yo también como tú siento

esa ternura que tu seno oprime,

y el dulce sentimiento

que de inefable amor tu acento exprime?

Con nuevo fuego el corazón se anima,

al escuchar tu canto apasionado;

 

¿será que también gima

en amoroso lazo aprisionado?

Es tu tristeza la tristeza mía;

con tono igual nuestro cantar alzamos;

si nunca en la armonía,

tórtola, en el gemir nos igualamos.

 

Pues si en gemir son iguales,

nuestras voces uniremos

retiradas,

como de dos manantiales

unirse las aguas vemos

separadas.

 

Mis suspiros lastimados,

tus arrullos gemidores

mezclaremos,

tú –sentidos–, yo –soñados–,

entrambas canto de amores

murmuremos.

Carolina Coronado

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jueves, 22 de mayo de 2025

Quetzal

El quetzal
es una rama
que desprendida del tronco
de su árbol
se arrastra por el aire.

Humberto A k’abal

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viernes, 16 de mayo de 2025

El paso de las perdices

Lloré al paso de las perdices en bandada,
libres, sin cárcel, no lastradas por grilletes,
y no fue, Dios me libre, de pura envidia,
que fue melancolía, ¡si me pareciera a ellas!
y volase suelto, sin la familia dispersa,
y las entrañas en carne viva, ni hijos muertos
haciendo manar el llanto de mis ojos.
¡Tengan buena suerte! que no se rompió su grupo
ni saboreó ninguna la separación de los suyos,
que no han pasado —como yo— la noche,
el corazón en un puño, a cada estremecerse
de la puerta de la cárcel, o gemir de los cerrojos.
Y no es esto algo que haya discurrido.
Sólo describo lo que desde siempre alberga
el corazón del hombre. Mi alma anhela
el encontronazo con la muerte;
otro quizás amaría la vida cargado de grilletes.
Que Dios preserve a las perdices en sus crías,
que a las mías las traicionaron el agua y la sombra.

Muhammad ibn Abbad al-Mutamid

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domingo, 11 de mayo de 2025

La oca solitaria

Tus compañeras han vuelto a sus nidos.
Sólo tú, oca desbandada,
me tienes preocupado.
La tormenta os separó,
y tú, presa de terror,
gritas tan desesperada.
Debajo se han quedado atrás
brumosos vapores del lago.
Encima la fría luna
te otea y te sigue.
¿Qué harás? ¿Adonde irás?
¿Y qué te esperará por delante?
A lo mejor no te alcancen
las flechas de los cazadores.
Pero sola, te acechan
incontables peligros.

Cui Tu

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lunes, 5 de mayo de 2025

El mirlo acuático

Podría descender luminoso

en picada en el fluir de lo oscuro

y así pescar una palabra,

como ese mirlo acuático

que a través del cobertizo del aliso

toma su alimento del fondo

pétreo de las aguas del río.

Gambusinos, peces,

alejen sus utensilios.

El pájaro esquivo

quiere efectuar

su trabajo en silencio.

Peter Huchel

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martes, 29 de abril de 2025

Canción de la golondrina

Llegó, llegó la golondrina,
que nos trae bellos tiempos
y nos trae bellos años,
por el vientre blanca,
y por el lomo negra.
Tarta de fruta tú saca
de tu casa tan rica,
y un vasillo de vino
y un cestillo de queso.
Tampoco el pan de trigo
y el de yema de huevo
la golondrina rechaza. ¿Nos vamos o lo tomamos?
A ver si das algo. Si no, no lo consentiremos.
Nos llevaremos la puerta o el dintel,
o a tu mujer que está sentada dentro.
Chica es, bien nos la llevaremos.
Bueno, si traes algo, tráelo grande.
Abre, abre la puerta a la golondrina.
Que no somos viejos, sólo chiquillos.

Anónimo Griego

martes, 22 de abril de 2025

Golondrina

Golondrina, ¿de dónde sacaste tu canto?

Lo tomé de la luz primaveral

bajo el azul del cielo,

cayendo en picado sobre el valle,

bajo los aleros de la cabaña del campesino,

de la mesa de un niño huérfano.

Juhan Liiv

Imagen:htps://www.blogger.com/

miércoles, 16 de abril de 2025

Un pollo atado

Atado, el pollo se debate
y cacarea desesperado.
La criada lo va a llevar
a vender en el mercado.
En casa nos les gusta
que picotee insectos.
Mas no piensan que el ave vendida
vaya a parar en la cazuela.
El sentimiento humanitario
debe mantenerse igual
hacia todos los seres vivientes.
Hablo con la muchacha
y le pido que desate el ave.
Sin poder reconciliar
entre el pollo y el insecto,
me recuesto solo,
en la pared del pabellón,
con los ojos fijos
en el río congelado.

Du Fu

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sábado, 12 de abril de 2025

Metáfora del gallo

Reloj despertador,
hijo apócrifo del papagayo,
pico alerta y clarinero.

¿Qué tiene el gallo
que se ha callado?
—Hay que llevarlo al relojero.

Arturo Coruera

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sábado, 5 de abril de 2025

A una calandria

        ¡Qué afán traes por romper
De tu jaula las prisiones,
Para las alas tender,
Y en el espacio perder
Tus amorosas canciones!

        La libertad te quitaron
Los hombres con saña fiera;
Y, si la voz te dejaron,
Fue porque ciertos quedaron
De que eras su prisionera.

        Mucho les place escuchar
Tu dulce, amoroso canto;
Pero dejarte volar...
No, que diz has de mezclar
Con tus placeres tu llanto

        Igual, ave, es nuestra suerte:
Si a ti una jaula te dieron,
Prisión a tu audacia fuerte,
De mi alma altiva la muerte
Con sus leyes produjeron.

        Como tú quieren que cante,
Y llore a la par también;
Pues si mi mente arrogante
Busca un más allá anhelante,
La aprisionan en mi sien.

Vicente García Miranda

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domingo, 30 de marzo de 2025

Los búhos

Sobre los árboles que les cobijan
Los búhos en fila permanecen,
Igual que dioses extranjeros,
Con la pupila roja, meditando.

Inmóviles continuarán
Hasta la hora melancólica
En que, empujando al sol poniente,
Se extenderán las tinieblas.

Su actitud enseña al sabio
Que ha de saber desconfiar
Del tumulto y el movimiento;

Ebrio de una pasajera sombra,
El hombre merece el castigo
De no haber conservado la paz.

Charles Baudelaire

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lunes, 24 de marzo de 2025

Volar

Volar como pájaro,
¿Por dónde? ¿Hacia dónde? ¿Por qué?
Posarse un instante en las ramas,
y, volar otra vez.
Ir en pos de otro cielo,
de otro Dios ir en pos;
mas, después de apagado ese vuelo
no alcanzar ese cielo,
ni siquiera el consuelo
de encontrar ese Dios.
Y pasar solitarios y errantes,
sin fe en nuestros pechos,
sin techo,
ni hogar.
Con la eterna quimera de cantar,
siempre adelante;
de saber que podemos,
si queremos
volar.
No vivir en un sitio:
esperar la mañana en un valle florido;
cuando venga la tarde estar lejos del nido,
y volar
por el mar...
No pensar más en la vida,
sentir el pasado cual un yermo vacío,
no llorar las nostalgias de la fe destruida,
ni sentir más tristezas si en invierno hace frío.
No vivir la misma hora en un día,
cambiar de facetas como el prisma de Inés:
cantar hoy la pena más honda y más fría,
cantar enseguida el placer más fecundo:
cantando la pena primero,
que venga el placer un segundo,
después.
Volar como un pájaro.
¿Por dónde? ¿Hacia dónde? ¿Por qué?
Posarse un instante en las ramas,
y, ¡volar otra vez!

Horacio Rivero Egüez

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martes, 18 de marzo de 2025

Pájaro y pajarero

¡Cruel pillete! Con ramaje de mimbrera
tramé el lazo en un instante...;
hasta diez no tuve contado,
cuando un tierno pajarillo
en mis manos prisionero aleteaba...

Y con pérfida alegría,
encerrado en una jaula, a mi cuarto lo conduje,
y gocé aterrorizando a mi cautivo
con miradas furibundas y con gestos de amenaza...

Cuando el juego ya dejó de divertirme,
satisfechas mis feroces crueldades,
a la jaula coloqué sobre la mesa
para abrir con precaución su puertecilla...

¡Con qué mágica viveza de sus alas hace uso
aquel pájaro enjaulado a quien se ofrece
libertad y alegre vida!

Raudamente hacia la luz dirige el vuelo,
pero cae tras el choque con los vidrios...

¡Pobre pájaro cautivo; ahora quedas bien vengado!
que es ahora el cazador quien prisionero,
encerrado está en la jaula;
en la jaula donde en vano
poseído de terror se agita triste...

¡Ay! También una mirada furibunda en él se fija,
tras la reja de su cárcel;
y ese ojo pavoroso le da miedo
y le hace estremecerse de temores y de espanto...

Y si el mísero imagina que la cárcel está abierta,
tras la dulce libertad se precipita,
mas, sus alas
lo conducen a estrellarse con los vidrios...

Henrik Ibsen

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martes, 11 de marzo de 2025

Una rendija

Y tomando barro de la acequia
el niño formó cinco pajarillos cuando nadie lo veía.

Se alisó entonces el cabello que le cubría la frente
tomó aire
sopló suavemente sobre ellos

y echaron a volar.

Gabriel Chávez Casazola

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miércoles, 5 de marzo de 2025

Cazador de pájaros

Es difícil el oficio de cazador de pájaros;
Hay que aprender sus costumbres,
Recordar el tiempo de los vuelos,
De varios modos silbar.

Mas vagando por caminos,
Durmiendo bajo los cercados,
Alegre está Didel, él puede
Cazar pájaros y cantar canciones.

En el húmedo saúco redondo
Se entonó un ruiseñor como un caramillo,
En un pino suenan paros,
En un abedul un pinzón retumba.

Saca Didel
De su recóndita alforja
Tres caramillos de caza y a cada ave
Un caramillo dedica.

Sopla un caramillo de saúco
Y suena en la floresta,
Desde su protección verde
Le responde un ruiseñor.

Sopla un caramillo de pino
Y silba el caramillo,
En los pinos los paros respondiendo
Esparcen sus cascabeles.

Saca Didel
De su recóndita alforja
El más ligero, el más sonoro
Caramillo de abedul.

Tiernamente prueba los tonos,
Sopla la rendija cantante;
Con voz alta, el abedul
Bajo su aliento canta.

Luego esta voz oyendo
Voz de árbol, voz de ave,
En el abedul al lado del camino
Trinará el pinzón que responde.

Detrás de un terraplén
Donde se apaga el ruido de los carros
Al lado de un estanque, cubierto de verdor,
Sus redes extendió Didel.

Sobre él, verde abajo,
Celeste y azul arriba,
Se levanta el mundo como un ave enorme
Que silba, rumora, suena.

Así anda alegre Didel
Con su bastón, ave y alforja,
Por el Hartz cubierto de bosques,
Del Rhin por las riberas.

Por la Turingia de robles,
Por la Sajonia de pinos,
Por la Westfalia de saúcos,
Por la Baviera embriagada.

Marta, Marta, ¿por qué lloras
Si anda Didel por los campos,
A los pájaros silbando,
Y sin pensar sonriendo?

Eduard Bagritski

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miércoles, 26 de febrero de 2025

Aves

Pájaros que vuelan en el cielo

Pájaros son libres en el cielo

Pájaros, no tienen ningún tipo de dolor.

Pájaros que vuelan y viajan a lejanos lugares y bajo la lluvia

Este suelo no les puede hacer daño, son buenos pájaros.


Los pájaros que construyen anidan en diferentes árboles y en un lugar secreto.

Pájaros, cuidarás a tu bebé muy cortésmente.

Y honestamente los alimentarás y cuidarás, lo harás.

Muere por ellos, volarás a lugares lejanos para recolectar alimentos.

Sean buenos padres y madres pájaros ustedes son los mejores y lo harán


Te proteges a ti y a tu bebé producirás

Diferentes tipos de sonidos, y cantarás una canción.

Produces hermosos sonidos y hermosos tonos que cantas

Buscas desperdicios y buenos alimentos aquí y allá.

Pájaro eres hermoso y tienes felicidad y libertad.

Binod Dawadi

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jueves, 20 de febrero de 2025

Efectos

No es en la noche sino en al atardecer,

en la hora azul, cuando diez mil pájaros

en la hilera de un cable eléctrico

se ponen de acuerdo y aguantan el aliento,

aprietan las alas y se les dispara

el latido, la sangre de las patas les hierve

y calculan cuántos nudos tiene el viento,

como si fuera la primera vez, como si fuera

la última, y se repiten por dentro

estamos

a punto

a punto

a punto

de atravesar el cielo y cruzar el continente.

 

La fuerza del impulso

reverbera el hilo metálico,

hace bajar

por unos segundos

la intensidad

de las bombillas.

Nadie

entiende el porqué.

Ana Gual

Imagen:https://www.google.com/

jueves, 13 de febrero de 2025

El potro salvaje

Querido padre mío, vendrá la primavera,
y se derretirá la nieve blanca.
Habíamos guardado de la yegua un potrillo
que habías elogiado por su raza tan pura
y poderlo montar y correr velozmente
después de que te cures.
En él cabalgarías desde el mismo barranco,
irías a las fiestas para participar en las carreras.
No pudimos pensar que cuando la pradera se pusiera tan verde,
jamás ensillarías aquel potro salvaje.
Un potro de carreras sin su dueño no será bien cuidado.
Tampoco encontraría un amo conveniente.
Se le oye relinchar en medio de su cuadra
antes de que amanezca, echándote de menos.

Su brío fue heredado de su raza.
Rompió todas las cuerdas que le ataron.
Un día destrozó la valla de los sauces
donde pasaron noche caballos numerosos.
No sé qué es lo que atrajo su atención.
La gente lo miraba retozando.
¡Pobre salvaje ansiando libertad!
Sin embargo volvió para entrar en su cerca.
Hoy ha bebido agua de un cubo entre mis manos.
¿Quién sería capaz de entender la tristeza de un equino?
...Nos hemos convertido de indomables en mansos.
¡La vida reconoce su potente energía!

Akushtap Baktyguereyeva

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sábado, 8 de febrero de 2025

Sensemayá (Canto para matar a una culebra)

¡Mayombe-bombe-mayombé!
¡Mayombe-bombe-mayombé!
¡Mayombe-bombe-mayombé!

La culebra tiene los ojos de vidrio;
la culebra viene, y se enreda en un palo;
con sus ojos de vidrio en un palo,
con sus ojos de vidrio.
La culebra camina sin patas;
la culebra se esconde en la yerba;
caminando se esconde en la yerba,
caminando sin patas!

¡Mayombe-bombe-mayombé!
¡Mayombe-bombe-mayombé!
¡Mayombe-bombe-mayombé!

Tú le das con el hacha, y se muere:
¡dale ya!
¡No le des con el pie, que te muerde,
no le des con el pie, que se va!

Sensemayá, la culebra,
sensemayá.
Sensemayá, con sus ojos,
sensemayá.
Sensemayá con su lengua,
sensemayá.
Sensemayá con su boca,
sensemayá!

La culebra muerta no puede comer;
la culebra muerta no puede silbar;
no puede caminar,
no puede correr!
La culebra muerta no puede mirar;
la culebra muerta no puede beber,
no puede respirar,
no puede morder!

¡Mayombe-bombe-mayombé!
Sensemayá, la culebra…
¡Mayombe-bombe-mayombé!
Sensemayá, no se mueve…
¡Mayombe-bombe-mayombé!
Sensemayá, la culebra…
¡Mayombe-bombe-mayombé!
¡Sensemayá, se murió!

Nicolás Guillén

domingo, 2 de febrero de 2025

La lagartija se marchita...

La lagartija se marchita
en un plato de cristal.
No sé nada.
No sé nada.
Frascos llenos de serrín
delimitan las calles,
como faroles enmohecidos.
Chillidos miedosos,
cuando el cambio acecha.
(Siempre acecha)
Los arbustos rodadores
son muchedumbre,
y es difícil abrirse paso
entre sus dicciones empobrecidas.
Ya no quiero
emplear el futuro
en soñar despierta,
ni en interpretar hologramas.
Hoy,
desvirgaré todas las aceras
de la ciudad.

Leticia Vera

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domingo, 26 de enero de 2025

La lagartija

De la niñez, sólo recuerdo
una nerviosa lagartija.
De tanto sol sobre su espalda,
parecía de vidrio hecha.

Entre piedras y papagayos,
aparecía en el jardín.
Tal vez quisiera ver el mundo
o desearme un día bueno.

Este saurio diestro y paciente
que convierte el sol en diamante
me hace alabar la maravilla
oculta en la infancia distante.

Pues cosa grande, para un hombre,
es sentir, que al nacer su vida,
toda la belleza del mundo
estaba en una lagartija.

Lêdo Ivo

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lunes, 20 de enero de 2025

Fábula

Ruiseñor,
te envía saludos la serpiente.

Dice que le gusta como cantas.
Le parece injusto que la retraten junto a plantas nucleares
como en “Dioses que apuestan…” de Mettler.
Prefiere aparecer como la bufanda de Lord Krishna
o abrazada a una amiga, como dos chicas que, entre risas,
comparten una copa en el logotipo de una farmacia antigua
—mezcla del Caduceo y la copa de Higia—

Mudar de piel:
rejuvenecimiento constante,
cobre que no se oxida.

“El hecho de retratarme junto a la planta nuclear
es una condena, Rui
como si una clase social estuviera destinada
a permanecer ad aeternum sin movilidad;
es determinista, conservador, predecible,
es escribir como te dijeron que se hacía,
como viste que se hacía”.

Rui, te envía saludos la serpiente,
le parece que semejante trino
que hace llorar de liberador y cosquilloso
es el adecuado para la oda que ella merece,
una oda que revierta su prestigio
inmerecido e indeleble: el gran tatuaje
del prejuicio que le endilgaron
por superstición y odio. Quizás por eso
se enamoró de tu trino, Rui
“con tu poesía me siento amada y defendida”

Serpiente:
el ruiseñor te devuelve los saludos.

Germán Carrasco

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domingo, 12 de enero de 2025

La iguana

Cuidaba de no pisarla,
sobre todo en la noche
cuando se movía a sus anchas por la casa.
Era una diminuta iguana
de color negro,
llegada allí sin mayores explicaciones,
y que parecía un broche perdido
por alguna dama rica.
Durante el día
sus hábitos cambiaban
y era común verla, inmóvil,
con sus manitas y patitas de goma,
asida al muro o al espaldar de un mueble,
ausente de temor alguno,
como un huésped cumplido
que paga la renta.
A veces acariciaba su cabecita
llena de quién sabe qué pensamientos,
seguramente tan frágiles e insensatos
como los que hilan en la nuestra
el desfile de nuestros fantasmas.
De cabeza a cabeza,
quizá las diferencias no sean muchas
y todo al final consista
-dudas, terrores, alegrías, angustias, suertes -,
en cómo sobrevivir
sin convertirte
en tu propio, temible, enemigo.
Vuelta casi un objeto más
pasaba allí las horas,
impávida,
hasta que aguijoneada
por algún impulso repentino
escapaba
hacia la rendija de luz
que de repente encontraba
en el interior de sí misma.

Elkin Restrepo

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lunes, 6 de enero de 2025

Lagarto

Pero estoy a punto de volver a los días donde me quemaba
al sol, un lagarto comiéndose el calor, con la boca dirigida al cielo
y los ojos cerrados, el cuerpo rugoso y pesado
plácidamente sostenido en la rompiente del verano, justo en el punto
donde alcanza su máximo poder para después empezar
a declinar. Es ahí donde estoy llegando: al tiempo en que nada
había empezado todavía a marchitarse, cuando entre los yuyos
del fondo crecía una flor salvaje, y verla daba miedo y alegría,
porque era espléndida, de una belleza que no se parecía en nada
a la de las flores nacidas y criadas en el jardín, que apuntaban
altaneras hacia la lejanía pero eran domésticas,
no sabían de los montes desmesuradamente
fértiles en que los árboles de troncos deformes, los animales
hoscos vivían por el sólo placer de seguir vivos, de respirar
el aire que quedaba a salvo de la polvareda y la sequía. Estoy
empezando a sentir lo que sentí entonces, el trueno que sacude
a las criaturas amansadas a la fuerza, el silbido en el aire
que precede a la caída de la fusta sobre el lomo, el segundo
en que empieza a cultivarse la posibilidad de la revuelta
que va a ir filtrándose en la médula y en los huesos
como un líquido parecido a una savia espesa esparciéndose
desde el corazón implacable de un árbol cuya madera es tan fuerte que resiste sin daño el ataque de los hacheros. Estoy llegando al día anterior a que empezara el desorden y se diseminara el dolor hasta cubrirlo todo, una ráfaga de humo fétido capaz de entra 
en el alma hasta confundirse con ella para siempre. 

Entonces, justo entonces, ahí me quedo, en el momento en que supe que llevará toda la vida encontrar la forma de existir sin someterse ni hacer daño, pero que vale la pena: ni la mansedumbre ni la violencia pueden contra ese peso que cae sobre la espalda de todos desde que se termina el ínfimo tiempo en que está permitido vivir fuera de la ley según la cual lo enfermo habrá de ser salud y viceversa.

Estoy, por fin, entrando al torrente de la siesta donde me dormí
sin conocer todavía el soplo de ese mal en la frente, sin temerlo.
La niñez es un temporal que pasa rápido, y rápido hay que seguir la estela que dejó para no perderla. Si hay algo que está intacto tendrá que haber quedado ahí y hay que encontrarlo: el animal feliz que al llegar la crudeza del invierno se sintió acosado y solitario, y se metió en la sombra después de haber absorbido toda la luz, esa es la bestia castigada a la que hay que dejar suelta, ara que se cure las heridas sola, y sola salga a correr
hasta que pueda abandonar su ferocidad y su miedo monte adentro.

Claudia Masín 

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