El Cangrejo desconfiado
Entre
la arena brillaba,
el
cangrejito lo vio,
un
pendiente de una perla
con
un precioso color.
Aunque
pesaba muchísimo,
lo
subió al caparazón
y
de camino a su casa
una
ardilla lo chistó.
Shiiss,
amigo cangrejito,
¿Quieres
que te ayude yo?
Repartiremos
el peso.
Lo
cargaremos los dos.
‘No,
gracias’ –dijo el cangrejo-,
queda
poco camino’,
pero
estaba tan cansado
que
descanso entre unos pinos.
Shiiss,
amigo cangrejito,
le
habló luego una serpiente,
si
necesitas mi ayuda,
yo
voy inmediatamente.
‘No,
gracias’ –dijo el cangrejo
cerca
de su madriguera-,
pero
tanto le pesaba
que
descansó en la vereda.
Shiiss,
amigo cngrejito,
si
necesitas mi ayuda,
le
dijo luego el conejo,
voy
al momento sin duda.
El
cangrejo desconfiado,
otra
vez volvió a negar,
y
estaba al llegar a casa,
a punto de reventar.
María Alonso Santamaría
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