miércoles, 22 de enero de 2020



Loa a las moscas

Fiado en esto pretendo
loar en aquesta loa
una cosa bien humilde,
aunque a muchos enfadosa.
Ésta, con vuestra licencia,
señores, será la mosca,
cuyo sujeto es tan alto
cuanto mi alabanza corta.
Empiezo por su valor,
por su antigüedad notoria,
sus franquezas, libertades
y prosapia generosa.
Celébrese su nobleza
desde París hasta Roma
y desde el Tajo hasta el Bactro
su grandeza se conozca.
Desde el rústico gañán
que se calza abarcas toscas,
al príncipe más supremo
que ciñe regia corona,
¿qué casas o qué palacios
de reinas y de señoras,
qué antecámaras ocultas,
qué damas las más hermosas,
qué templos o qué mezquitas,
qué anchas naves o qué galeotas,
qué senado o real audiencia,
qué saraos, fiestas o bodas,
qué taberna, qué hospital,
hay de España hasta Etiopía
que la mosca no visite
y entre libremente a todas?
¿Quién la ha negado jamás
el paso franco a la mosca?
¿En qué lugar no se sienta?
¿De qué hermosura no goza?
¿De qué dama más bizarra,
con más arandela y pompa,
los hermosísimos labios
no besa alegre y gozosa?
Y no contenta con esto,
suele bajar de la boca
hasta los hermosos pechos,
y aún lo más oculto toca.
¿A cuántos su libertad
no enciende en rabia celosa,
viéndola libre y exenta
gozar lo que ellos adoran?
¿En qué consejo no se halla?
¿Qué consulta hay que se esconda
de su vista peregrina,
o qué secretos pregona?
Ella oye, ve y calla,
no se precia de habladora,
no dice lo que no sabe,
es discreta, no es chismosa.
En el teatro se asienta
a ver la farsa dos horas,
sin pagar blanca a la entrada
ni hacer caso del que cobra.
Si quiere ver todo el mundo,
no ha menester llevar bolsa,
que ella come donde quiere
y todos le hacen la costa.
Los príncipes la acompañan,
duques y marqueses la honran
llevándola a donde van
junto a sus mismas personas.
Tiene carta de hidalguía
y tan noble ejecutoria,
que  nunca paga portazgo
en barco, puente, ni flota.
En su vida tuvo pleito,
y si vende alguna cosa,
jamás no paga alcabala,
ni por pérdida se ahorca.
Goza de todas las frutas,
comiendo las más gustosas;
es amiga del buen pan,
del buen vino y buenas ollas,
del turrón y mermeladas,
de arrope, miel y meloja,
de tortadas, manjar blanco
y de nada nada escota.
En Salamanca, en París,
en Alcalá y en Bolonia,
tiene cursos, y en esculas
se sienta a do se le antoja.
Cuantos juegos tiene el mundo,
tantos sabe, así a la argolla,
como a naipes y ajedrez,
dados, trucos y pelota.
Es hidalga, es bien nacida
y natural de Moscovia,
ciudad en Mosquea antigua
y muy noble antes de agora.
Para ella no hay engaños,
bebedizos no la ahogan,
los tormentos no la matan,
la justicia no le enoja.
Ella entra en las batallas,
atrevida y animosa,
sin arcabuz, sin mosquete,
peto fuerte, lanza o cota…

Agustín Rojas

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