miércoles, 22 de agosto de 2018


Romance del perro cojo

Con una pata colgando,
despojo de una pedrada  
pasó un perro por mi lado
un perro de pobre casta,
uno de esos, callejeros
pobre se sangre y de estampa.

Nacen en cualquier rincón
de perras tristes y flacas,
destinados a comer
basuras de plaza en plaza.

Cuando pequeños, qué finos
Y ágiles son en la infancia,
baloncitos de peluche,
tibios borlones de lana,
los miman, los acurrucan,
los sacan al sol, les cantan
Cuando mayores, al tiempo
Que ven que se fue la gracia,
los dejan a su ventura,
mendigos de casa en casa,
sus hambres por los rincones
y su sed sobre las charcas.

Qué tristes ojos que tienen,
qué recóndita mirada,
como si en ella pusieran
su dolor a media asta.
Y se mueren de tristeza
a la sombra de una tapia,
si es que un lazo no les da
una pena anticipada.

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Yo lo llamo: psss ,psss, psss.
Todo orejas asustadas,
Todo hociquito curioso,
todo sed, ,hambre y nostalgia.
El perro escucha mi voz,
olfatea mis palabras,
como esperando o temiendo
pan, caricias... o pedradas,
no en vano lleva marcado
un mal recuerdo en su pata.
Lo vuelvo a llamar, psss, psss
dócil a medias avanza,
moviendo el rabo con miedo
y las orejitas gachas.

Chasco los dedos; le digo:
“ven aquí, no te hago nada,
Vamos, vamos, ven aquí.”
Y adiós la desconfianza
que ya se tiende a mis pies
a tiernos aullidos habla,
ladra para hablar más fuerte,
Salta, gira; gira, salta,
llora, ríe, ríe, llora;
lengua, orejas, ojos, patas
y el rabo es un incansable
abanico de palabras.

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Es su alegría tan grande
que más que hablarme me canta.
“¿Qué piedra te dejó cojo
Si, sí,  malhaya,”
El perro me entiende, sabe
que maldigo la pedrada,
aquella pedrada dura
que le destrozó la pata
y él con el rabo me dice
que me agradece la lástima.
“Pero tú no te preocupes,
ya no ha de faltarte nada.
Yo también soy callejero
aunque de distintas plazas
y a patita coja y triste
voy de jornada en jornada.
Las piedras que me tiraron
me dejaron coja el alma.

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Entre basuras de tierra
tengo mi pan y mi almohada.
Vamos pues, perrito mío,
Vamos, anda que te anda,
con nuestra cojera a cuestas
con nuestra tristeza en andas,
yo por mis calles oscuras,
tú, por tus calles calladas,
tú, la pedrada en el cuerpo,
yo, la pedrada en el alma.
Y cuando mueras, amigo,
Yo te enterraré en mi casa
bajo un letrero: aquí yace
un amigo de la infancia.”

Y en el cielo de los perros,
pan tierno y carne mechada,
te regalará San Roque
una muleta de plata”.
Compañeros si los hay,
amigos donde los haya,
mi perro y yo por la vida:
pan pobre, rica compaña.

Era joven y era viejo;
Por mas que yo lo cuidaba
el tiempo pasado
lo dejó medio sin alma,
Y fueron muchas las hambres,
mucho peso en sus tres patas
y una mañana, en el huerto
debajo de la ventana,
lo encontré tendido, frío
como una piedra mojada,
un duro musgo de pelo,
con el rocío brillaba.


Ya estaba mi pobre perro
muerto de las cuatro patas.
Hacia el cielo de los perros,
se fue anda que te anda,
las orejas de relente
y el hociquillo de escarcha.
Portero y dueño del cielo
San Roque en la puerta estaba:
ortopédico de mimos,
cirujano de palabras,
bien surtido de intercambios
con que curar viejas taras.
Para ti... un rabo de oro;
para ti... un ojo de ámbar;
tú... tus orejas de nieve;
tú... tus colmillos de escarcha.
Y tú,  - mi perro se reía-,
tú...tu muleta de plata.”

Ahora ya se por qué está
la noche agujereada;
¿estrellas? ¿luceros? No,
es mi perro que cuando anda...
con la muleta va haciendo
agujeritos de plata.

Manuel Benítez Carrasco

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