viernes, 14 de junio de 2013

Mi Vaquerillo



He dormido esta noche en el monte
con el niño que cuida mis vacas.
En el valle tendió para ambos
el  rapaz su raquítica manta,
¡y se quiso quitar -¡pobrecillo!-
su blusilla y hacerme una almohada!

(…)
¡Me daba una lástima
recordar que en los campos desiertos
tan solo pasaba
las noches de junio
rutilantes, medrosas, calladas,
y las húmedas noches de octubre,
cuando el aire menea las ramas,
y las noches del turbio febrero,
tan negras, tan bravas,
con lobos y cárabos,
con vientos y aguas!...

(…)
He pasado con él esta noche,
y en las horas de más honda calma
me habló la conciencia
muy duras palabras…
Y le dije que sí, que era horrible…,
que llorándolo el alma ya estaba.
El niño dormía
cara al cielo con plácida calma;
la luz de la luna
puro beso de madre le daba,
y el beso de padre
se lo puso mi boca en su cara.

Y le dije con voz de cariño
cuando vi clarear la mañana:
“¡Despierta, mi mozo,
que ya viene el alba
y hay que hacer una lumbre muy grande
y un almuerzo muy rico!...¡Levanta!
Tú te quedas luego
guardando las vacas
y a la noche te vas y las dejas
¡San Antonio bendito las guarda!
Y a tu madre a la noche le dices
que vaya a mi casa,
porque ya eres grande
y te quiero aumentar la soldada…”

J. M. Gabriel y Galán


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