QUÉ mal –gritó la mona-
que estoy sin rabo!
-repuso el asno.
Y dijo el topo:
-Más debo yo quejarme,
que estoy sin ojos.
No reniegues, Camilo,
de tu fortuna;
que otros podrán dolerse
más de la suya.
Si se repara,
nadie en el mundo tiene
dicha colmada.
E. Hartzembusch
……
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