lunes, 23 de junio de 2025

Caballo viejo

Lo han debido de poner para adornar la carroza un poco más.
De todas formas, él no dirá nada.
El peso que lleva encima presiona sus carnes
Y la cabeza le cuelga como una carga pesada.

Se trata de uno de esos momentos en la vida en que nada se sabe.
Llora, pero sus lágrimas se quedan adentro.
En sus ojos revolotean todo tipo de imágenes.
Levanta la cabeza y espera, siempre espera, seguir hacia adelante.

Zang Kejia

Imagen:https://www.blogger.com/

martes, 17 de junio de 2025

El pollino

Fui a dar un corto paseo
a la hora azul de la tarde.
Seco y rojo estaba el suelo,
sutil y muy alto el aire.
Duros cardos azulados
crujían con rabia, indómitos.
Y, de repente, vi al lado
de un peñasco gris, inhóspito,
a un pollino de altas patas
tranquilamente paciendo.
Sus orejas clareaban
y había orgullo en su ceño.
Brillaban como agua limpia
sus grandes ojos de ámbar.
Y era grave, reflexiva,
y hasta imparcial, su mirada.
Yo no sé si fue el respeto
que me infundiera este hermoso
y aún intacto bruto, pero
un recuerdo muy penoso
sé que me vino invadiendo
y me hizo incluso emitir
un grito breve y tremendo:
¡Yo era antes también así!
Su integridad y dulzura,
fina gravedad y ensueño,
¡ay, cómo recobraría
para comenzar de nuevo!

M. Wasalis

Imagen:https://www.blogger.com/

miércoles, 11 de junio de 2025

El burro

En lo alto de la quebrada
pasta un burro. Sus grandes dientes amarillos
trituran la hierba seca que quedó
de tanta primavera.
La tierra es oscura. En el cielo enteramente azul
el sol lanza los fulgores que maduran
tomates, alcachofas y berenjenas.
El burro contempla el día trémulo
de tanta claridad
y emite un rebuzno, su tributo
a la belleza del universo.

Ledo Ivo

Imagen:https://www.blogger.com/b

miércoles, 4 de junio de 2025

 Felicidades en el cumpleaños de un burro

Que sea dichoso el joven burrillo
y le deseo, en lo posible, humanidad.
Pero no la que existe en este lugar,
porque, entonces, es mejor que siga siendo un burro.

Andreas Laskaratos

Imagen:https://www.blogger.com/

Fábula de la fuente y el caballo

Dicen que murió un caballo.
Contaron que pasó como una sombra, que galopaba
como noticia que va corriendo
todos los días hasta la fuente -agua y sonidos blancos,
jaurías blancas y galgo crepitar-
todos los días entre la nieve y en el deshielo,

sobre la hierba de mayo, año tras año
huía de los lobos
ese caballo que ahora está muerto,
atravesaba los bosques encendidos por la luna
quien lo saludaba fríamente.
Era castaño -acaso era una yegua-
ese caballo del que hablo. Nunca lo podré conocer.
Me han dicho que pasó como una sombra
que su vida no fue sino una sombra

y sin embargo el caballo
era luz.
Era un caballo ateniense. En sus ojos brillaba el fuego
de la verdad y la belleza,
pero nadie lo conoció.
Ese caballo que ahora viene vigilante hasta este poema
con los ojos agrandados por el insomnio de la muerte,
con la mirada de mi hermano y la sonrisa de fábula
a veces miraba a los hombres,
pero los hombres no sabían prestar atención a un caballo.
Ni el sabio ni el indiferente se preocuparon de indagar.
Y así el caballo pudo ir año tras año
hasta la fuente aquella y dicen que se hicieron compañía
durante los durísimos tiempos.
No hablaban más que de sus cosas
en un lenguaje desconocido, más misterioso que el sueco
aquel caballo y aquella fuente.
La fuente era una comadre de las que todavía quedan,
vividora, aficionada a los chismes.
El caballo era un caballero, no puede decirse otra cosa.
Dicen que galopaba como noticia que va corriendo
a propagar la prosperidad, como un mensaje
del rojo del verano.
Y nadie lo escuchó sino la fuente, nadie supo su signo
ni su símbolo,
nadie quiso saber sino la fuente de aquel caballo color hoja seca.
En el interior de un verso sueco descansa de su soledad
y ahora ha llegado a este poema antes del amanecer
con grandes ojos semejantes a los de un antiguo profeta,
con ojos que no se preguntan si fue dios quien hizo la muerte,
con grandes ojos elevados
a la categoría de potencias.
Sueño y sendero,

sangre y oscuridad
que suenan como campanadas.
Hacia dónde vuelan. De su paso no queda
vestigio alguno. Y el caballo -desde la noche- mira y aprueba
no los ojos de la desapacible
sino la última luz de una brizna de hierba.

Blanca Andreu

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