Salmo de las bestias en reposo
Vosotras
sois el origen de mis manos sobre el mundo,
el
brillo de mis ojos frente a la piel de la noche,
y
el nacimiento de mi voz entre los árboles ocultos.
En
vuestra carne mis sentidos aprendieron a escuchar la lluvia,
el
fuego y la brisa que deja su falda de golondrinas
en
mi casa agrietada como la frente de un pastor antiguo.
En
la mañana inicial de los metales y los peces,
cuando
los campanarios vivían en su materia pura,
y
la música apenas maduraba en los ramajes crepusculares,
vuestras
pisadas inauguraron las grandes extensiones de la nieve,
el
ligero latido del agua y la menuda fragancia del césped.
Vosotras
sois el arco de mis hombros, la bóveda de mis axilas
y
la única verdad que me lleva hacia el amor y el sueño.
Yo
siento vuestra sangre recorrer mis huesos,
la
honda vestidura de mis venas y los desfiladeros de mi alma,
como
un carruaje de mujeres que atraviesa los montes
en
busca del perfume, de los venados y de los espejos lejanos.
En
la delgada marea de mis cabellos,
en
la corteza apagada de mis uñas, en el musgo de mis sienes,
vosotras
cantáis la infancia de las remotas campesinas
que
tuvieron una bandeja de frutas sobre su mesa,
y
dieron de comer a los mendigos, los labriegos y los pájaros
disueltos
sobre la llanura solitaria de mi pecho.
Los
grandes valles del aceite y del mármol,
de
las espigas en su esencia pura, de las flores en una sola rosa,
aromaron
vuestros párpados, en las hondonadas de sol inmenso,
sobre
la yerba titilante y cubierta de cielo,
como
una doncella dormida bajo la desnudez de la aurora.
Todo
lo que en mis vísceras palpita y anhela la eternidad
en
el rostro del niño más pequeño, o en la piel del ave más liviana,
estuvo
en el marfil reposado de vuestros esqueletos.
Oh,
cuidadoras de mis dientes, de mi palabra sobre el tiempo,
ahora
vosotras estáis en lo más puro de mi vida,
en
los hondos libros milenarios, en los pocos amigos verdaderos,
en
la mansedumbre de mi perro y en la noche de las ciudades
cuando
mi cuerpo asiste a su fiesta de amor y tristeza.
Yo
os presto, en estos días grises, la lámpara de mis ojos
para
que veáis la hermosura de mi Patria,
sus
grandes tajamares de montañas y colinas esmaltadas,
sus
campos de mariposas y naranjas desprendidas de los mapas,
sus
inmensos ríos de linaje misterioso y profundo,
sus
selvas que despiertan el sexo y la melancolía,
y
sus costas donde el mar, infante de escudo transparente,
crea
balcones de espuma para las hijas de los pescadores.
En
esta ardiente comarca de llanuras patriarcales,
de
arbustos que elevan su perfil de abejas hacia la luna,
reviven
las mismas laderas que escucharon vuestros pasos,
cuando
las lentas estaciones del hielo y sus sales silvestres
os
trajo a mi tibia gruta poblada de dibujos misteriosos.
Oh,
creadoras de mi llanto, de los vivos ramajes de mi pelo,
vosotras
sois el principio de mi materia,
el
secreto canto de mis poros, la plegaria de mis brazos,
y
el silencio de la noche sobre mi garganta
y
el corazón de los bosques inclinados en las tinieblas.
Juan
Manuel González
Imagen:https://www.blogger.com/